Dos proyectores enfrentados, con una selección de diapositivas, generan una sucesión de encuentros fortuitos entre imágenes. La superficie que contiene esa imagen funciona como prisma de un espectro, según el punto de vista.
Una estructura metálica, armada a partir de las barras que normalmente construyen la arquitectura de los puestos del Rastro de Madrid, forma parte de una videoinstalación con dos proyectores de diapositivas en carrusel y una superficie translúcida sobre la que se cruzan una sucesión de imágenes. El Rastro es lo que tienen en común todas estas imágenes, un lugar donde se va a buscar lo que ha quedado en la orilla después de una corriente de tiempos. Su sorpresa es volver a dar con algo que se recuerda del domingo anterior, lo imposible de repetir la misma escena por lo improvisado de una composición donde cada objeto cambia su papel y se relaciona distinto en cada encuentro. Esta es la clave del proceso de Recuerdo de Costa Rica. Los proyectores, enfrentados, contienen una selección de diapositivas de Archivo Rastro y generan un nuevo archivo al combinar elementos a priori separados. El lapso de tiempo que controla el pase de las diapositivas, debido a su carácter mecánico, genera una sucesión de encuentros fortuitos entre, por ejemplo, una paella y un desierto. La superficie que contiene la imagen funciona como prisma de un espectro, dejando visible, según el punto de vista, la imagen de uno de los proyectores, la combinación de ambas o el material desnudo, sin reflejo.